Síntesis
de su vida y lucha.
Uno de los actores militares y políticos
representativos de América Latina, Augusto C. Sandino, encabezó una enconada
resistencia a la intervención militar de los Estados Unidos casi durante seis
años: entre mayo de 1927 y diciembre de 1932. El 4 del primer mes y año se
había producido el pacto Stimson-Moncada –que puso fin a la guerra civil entre
liberales y conservadores– impuesto por Henry L. Stimson, representante
personal del presidente Calvin Coolidge (1923-1929) a José María Moncada, jefe
de las fuerzas liberales. Pero Sandino lo rechazó de facto, internándose en la
zona montañosa de Las Segovias, Nicaragua, para realzarse en armas mientras
durase en su país la presencia de las tropas extranjeras. Con su actitud –dijo–
“Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le
quedan todavía hijos que ofrendarán su sangre para lavar las manchas que sobre
ella puedan echar los traidores”. Estaba decidido, pues, a expiar la conciencia
colectiva de culpa que fuera de su Patria le atribuían, en general, a los
nicaragüenses desde 1912, cuando se consolidó la oligarquía conservadora bajo
la égida de los Estados Unidos, tras liquidar la primera resistencia
anti-intervencionista asumida por el general Benjamín Zeledón (1879-1912), cuyo
destino trágico marcó a Sandino a sus diecisiete años.
Primeros
años y oficio.
Nacido en el pueblo de Niquinohomo, en
la zona suroccidental del país, el 18 de mayo de 1895, e hijo ilegítimo pero
reconocido de un mediano caficultor y de una doméstica, a los 11 años se
incorporó a la familia de su padre, cuyo haber acrecentaría dedicándose al
comercio de granos en la región. En 1921 ya era joven honrado y de buenos
modales. Más un incidente con otro joven comerciante de filiación conservadora
–al que hirió en una pierna– lo llevó a laborar en la Costa Caribe de
Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, terminando como empleado de la
Huasteca Petroleum Co., en Cerro Azul, Veracruz. El oficio de tornero mecánico
fue la actividad en que más se distinguió. Los acontecimientos de su país –un
alzamiento liberal en Bluefields contra el caudillo conservador Emiliano
Chamorro que gobernaba de facto, a raíz de un golpe de Estado al gobierno
legalmente constituido–, le condujeron a renunciar a su cargo de expendedor de
gasolina el 6 de mayo de 1926. Ese mismo año se incorporaba, como jefe de una
columna, al Ejército Constitucionalista bajo el mando de José María Moncada
(1870-1945), a quien auxilió antes que éste rindiera las armas ante la amenaza
del uso de la fuerza estadounidense. Esta comprendió –entre marzo de 1927 y
abril de 1928– 5,500 hombres, 18 aviones de bombardeo, un avión espía y 36
naves de guerra (portaviones, cruceros, destructores y lanchas cañoneras).
El
fracasado viaje a México.
Sandino se opuso a las elecciones
supervigiladas por los marinos el 6 de noviembre de 1928, que llevaron a la
Presidencia a Moncada, y estuvo en vano un año en México solicitando ayuda
material para su causa que no obtuvo. Más bien, permaneció virtualmente como
prisionero de Estado. Al reanudar la lucha, fue herido en la batalla de
Zaraguasca el 19 de junio de 1930. Posteriormente, tras oponerse de nuevo a las
elecciones –también supervigiladas– de 1932, firmó un acuerdo de paz el 2 de
febrero de 1933, a un mes de abandonar los marinos el territorio nicaragüense.
La
firma de la paz.
A tres causas se debía esta
desocupación: a las consecuencias de la crisis mundial del capitalismo –el
crack en 1929 de la Bolsa de Nueva York–, a la política del buen vecino de
Franklin D. Roosevelt y, naturalmente, a la protesta armada de Sandino.
Entonces ejercía la presidencia Juan B. Sacasa, liberal por el que había
decidido incorporarse a la guerra civil de 1926 combatiendo a su lado contra
los conservadores. Con él, los cuatro delegados de su Ejército, más un
representante de cada uno de los partidos tradicionales (el conservador y el
liberal nacionalista) firmaría la paz el 2 de noviembre de 1933.
El Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional de Nicaragua (EDSNN), en virtud de ese acuerdo, entregó gran parte de
sus armas y sus miembros se dedicaron, autorizados y financiados por el
Gobierno, a un proyecto de colonización y cooperativización agrícolas en la
cuenca del río Coco. Para asegurar el orden, disponían de un resguardo de emergencia
de cien hombres armados.
Más
de mil muertos en 510 combates.
El EDSNN había sufrido más de mil
muertos en 510 combates frente a la Guardia Nacional (G.N.), oficializada el 2
de noviembre de 1927 entre los gobiernos de Estados Unidos y Nicaragua o más
específicamente, a través del Tratado Cuadra Pasos-Monroe, quedando como única
fuerza castrense y policíaca del país, dirigida sucesivamente por cinco
oficiales norteamericanos. Por su lado, éstos sólo perdieron a 122 hombres (47
marines y 75 guardias nacionales).
Pero el 1 de enero de 1933 había asumido
el cargo de jefe director de la G.N. el nicaragüense Anastasio Somoza García
–hombre de confianza de los interventores, sobrino político de Sacasa y
pariente cercano de Moncada– que perpetraría el asesinato de Sandino, con el
visto bueno del Embajador Arturo Bliss Lane y el apoyo de su Estado Mayor, el
21 de febrero de 1934. Días después, la Sección Central de la “Cooperativa Río
Coco” era arrasada a sangre y fuego por la misma G.N., que, desde entonces, se
constituiría en el único poder real de la República, y por tanto, en el eje de
su política.
Amnistía
para los asesinos.
Inmediatamente, el presidente Sacasa
condenó y ordenó una investigación del crimen sin resultado alguno. El 12 de
marzo el padre de Sandino se vio obligado a exiliarse en El Salvador. El 3 de
junio Somoza García, en un banquete en el Club Social de Granada, baluarte del
conservatismo, aceptó la responsabilidad del hecho; y el Congreso Nacional
aprobó un decreto de amnistía para todo aquel que hubiese cometido cualquier
delito desde el 16 de febrero de 1933 hasta la fecha (La Gaceta, Num. 282, pp.
2353-2354).
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