lunes, 21 de julio de 2014

Anotaciones de la Ofensiva Final - Junio 1979

1.- Con aproximadamente 125 armas de guerra, con una docena de ametralladoras livianas y bazukas, el 9 de junio de 1979 estalló la insurrección en Managua, la que estaba supuesta a durar tres días. “En los primeros momentos, en la capital se generalizó la lucha armada y se expresó en el  levantamiento (...) de Ciudad Sandino, las colonias) Américas uno, tres y cuatro, Acahualinca, Monseñor Lezcano (...), Nicarao, Centroamérica, hasta culminar en el levantamiento generalizado de la población, mediante las tomas y el levantamiento de barricadas”. (Carlos Núñez “Un pueblo en armas”).

2.- Durante la ofensiva final, se conformó la unidad de combate especial llamada “La Liebre”, luego bautizada Oscar Pérez Cassar (dirigente asesinado en León en abril de 1979), con el objetivo de lanzar pequeñas maniobras ofensivas en los puntos de mayor concentración de la guardia somocista. Carlos Núñez describe a “La Liebre” como una “unidad de combate integrada por combatientes selectos, de carácter móvil, con un alto espíritu ofensivo, dotada del mejor armamento”. Su jefe era el comandante Walter Ferreti (Chombo) y como segundo, Carlos Salgado.

3.- “El jueves 14 de junio de 1979, la GN comienza a incrementar su ofensiva (...) comienzan a superarse los cálculos de lo que podía durar la insurrección en Managua y urgimos a los miembros de la Dirección Nacional  conjunta para que presionen a los otros frentes de guerra para que avancen. (...). Más de seis días llevamos de estar resistiendo al máximo la acción de la guardia genocida por distintos puntos (...). Comenzábamos a preocuparnos; tal ritmo de lucha no podía resistirse indefinidamente, solamente con la moral combativa. Se hacía necesaria la presencia de otros frentes, de armas, de hombres experimentados, máxime que la resistencia en los barrios occidentales comenzaba a declinar, doblada por la ofensiva criminal del ejército somocista”.

4.- El domingo 17 de junio, inicia un intenso bombardeo de dos días sobre El Dorado, en donde estaba ubicado el Estado Mayor de los insurgentes, hasta obligarlos a salir de la zona e instalarse en la Iglesia Sagrada Familia, en el barrio Ducualí, unos tres kilómetros al norte. Tras una inspección por casi todas las zonas de combate y una evaluación con cada uno de sus mandos, los jefes de la insurrección constatan que “al agotamiento de las fuerzas, se sumaba la debilidad real de la falta de municiones” y se le pide al Comandante Humberto Ortega el envío inmediato de pertrechos de guerra para continuar la resistencia en Managua.

5.- La madrugada del 19 de junio, (hoy hace 35 años) los combatientes encienden enormes fogatas en diversos puntos de la zona oriental; a las seis de la mañana, un avión Navajo en vuelos rasantes logra lanzar docenas de sacos con municiones y otros pertrechos. Dos días después, las unidades guerrilleras pasan a la ofensiva, lo cual les permite, además de causar numerosas bajas a la GN, recuperar gran cantidad de armas, incluyendo una ametralladora calibre 30 y otra de calibre 50.

6.- El sábado 23, la guardia lanza una contraofensiva con helicópteros que dejan caer bombas de 100 a 500 libras sobre las posiciones sandinistas y las viviendas de la población civil, pero no logran el objetivo de reducir la capacidad ofensiva de los guerrilleros. Pero “los días siguientes serían como una pesadilla. Todos los días, partiendo de las primeras horas de la tarde, previo ablandamiento de la fuerza aérea y de los morteros, tendríamos con nosotros la presencia del helicóptero haciendo estragos sobre la población. Los efectos de los bombardeos fueron terribles. Las casas en hileras saltaban hechas pedazos por la explosión y los charneles a una velocidad increíble pasaban al rojo vivo las ramas de los árboles (...). Desde el punto de vista político, los efectos de los bombardeos se hicieron sentir inmediatamente. El terror cundió entre la población, el éxodo comenzó a volverse masivo (...). La población salía de la zona cada día por decenas, ansiosa de trasladarse a la zona occidental, para poner a salvo a los niños y ancianos. Era evidente que estábamos llegando al límite de nuestras fuerzas y de nuestras posibilidades”.

7.- La organización del repliegue se hacía partiendo del cálculo de unas 1,500 a 2,000 personas, incluyendo a los heridos. La forma de organización del mismo era la marcha clásica de las columnas guerrilleras, compuestas así:

a) La Vanguardia: comprendía los combatientes, población civil y heridos de las colonias Nicarao, 14 de septiembre, Santa Julia, Don Bosco, Luis Somoza (hoy 10 de junio), San Rafael y Rubenia. A la cabeza irían los comandantes Joaquín Cuadra, William Ramírez y Raúl Venerio.

b) El Centro: compuesto por los combatientes, heridos y población civil de los barrios Ducualí, El Paraísito, El Dorado y María Auxiliadora; estas fuerzas estarían dirigidas por el Comandante Carlos Núñez, Oswaldo Lacayo y Walter Ferreti, teniendo a la (Unidad Militar) Móvil como punta de vanguardia.

c) La Retaguardia: compuesta por los combatientes, heridos y población civil de los barrios Bello Horizonte, la Salvadorita (hoy Cristian Pérez), Blandón, Santa Rosa y las fuerzas de la carretera Norte, dirigidas por los comandantes Mónica Baltodano, Marcos Somarriba, Ramón Cabrales y Rolando Orozco.

Sandino: guerrillero anti-imperialista

Síntesis de su vida y lucha.
Uno de los actores militares y políticos representativos de América Latina, Augusto C. Sandino, encabezó una enconada resistencia a la intervención militar de los Estados Unidos casi durante seis años: entre mayo de 1927 y diciembre de 1932. El 4 del primer mes y año se había producido el pacto Stimson-Moncada –que puso fin a la guerra civil entre liberales y conservadores– impuesto por Henry L. Stimson, representante personal del presidente Calvin Coolidge (1923-1929) a José María Moncada, jefe de las fuerzas liberales. Pero Sandino lo rechazó de facto, internándose en la zona montañosa de Las Segovias, Nicaragua, para realzarse en armas mientras durase en su país la presencia de las tropas extranjeras. Con su actitud –dijo– “Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarán su sangre para lavar las manchas que sobre ella puedan echar los traidores”. Estaba decidido, pues, a expiar la conciencia colectiva de culpa que fuera de su Patria le atribuían, en general, a los nicaragüenses desde 1912, cuando se consolidó la oligarquía conservadora bajo la égida de los Estados Unidos, tras liquidar la primera resistencia anti-intervencionista asumida por el general Benjamín Zeledón (1879-1912), cuyo destino trágico marcó a Sandino a sus diecisiete años.

Primeros años y oficio.
Nacido en el pueblo de Niquinohomo, en la zona suroccidental del país, el 18 de mayo de 1895, e hijo ilegítimo pero reconocido de un mediano caficultor y de una doméstica, a los 11 años se incorporó a la familia de su padre, cuyo haber acrecentaría dedicándose al comercio de granos en la región. En 1921 ya era joven honrado y de buenos modales. Más un incidente con otro joven comerciante de filiación conservadora –al que hirió en una pierna– lo llevó a laborar en la Costa Caribe de Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, terminando como empleado de la Huasteca Petroleum Co., en Cerro Azul, Veracruz. El oficio de tornero mecánico fue la actividad en que más se distinguió. Los acontecimientos de su país –un alzamiento liberal en Bluefields contra el caudillo conservador Emiliano Chamorro que gobernaba de facto, a raíz de un golpe de Estado al gobierno legalmente constituido–, le condujeron a renunciar a su cargo de expendedor de gasolina el 6 de mayo de 1926. Ese mismo año se incorporaba, como jefe de una columna, al Ejército Constitucionalista bajo el mando de José María Moncada (1870-1945), a quien auxilió antes que éste rindiera las armas ante la amenaza del uso de la fuerza estadounidense. Esta comprendió –entre marzo de 1927 y abril de 1928– 5,500 hombres, 18 aviones de bombardeo, un avión espía y 36 naves de guerra (portaviones, cruceros, destructores y lanchas cañoneras).

El fracasado viaje a México.
Sandino se opuso a las elecciones supervigiladas por los marinos el 6 de noviembre de 1928, que llevaron a la Presidencia a Moncada, y estuvo en vano un año en México solicitando ayuda material para su causa que no obtuvo. Más bien, permaneció virtualmente como prisionero de Estado. Al reanudar la lucha, fue herido en la batalla de Zaraguasca el 19 de junio de 1930. Posteriormente, tras oponerse de nuevo a las elecciones –también supervigiladas– de 1932, firmó un acuerdo de paz el 2 de febrero de 1933, a un mes de abandonar los marinos el territorio nicaragüense.

La firma de la paz.
A tres causas se debía esta desocupación: a las consecuencias de la crisis mundial del capitalismo –el crack en 1929 de la Bolsa de Nueva York–, a la política del buen vecino de Franklin D. Roosevelt y, naturalmente, a la protesta armada de Sandino. Entonces ejercía la presidencia Juan B. Sacasa, liberal por el que había decidido incorporarse a la guerra civil de 1926 combatiendo a su lado contra los conservadores. Con él, los cuatro delegados de su Ejército, más un representante de cada uno de los partidos tradicionales (el conservador y el liberal nacionalista) firmaría la paz el 2 de noviembre de 1933.

El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN), en virtud de ese acuerdo, entregó gran parte de sus armas y sus miembros se dedicaron, autorizados y financiados por el Gobierno, a un proyecto de colonización y cooperativización agrícolas en la cuenca del río Coco. Para asegurar el orden, disponían de un resguardo de emergencia de cien hombres armados.

Más de mil muertos en 510 combates.
El EDSNN había sufrido más de mil muertos en 510 combates frente a la Guardia Nacional (G.N.), oficializada el 2 de noviembre de 1927 entre los gobiernos de Estados Unidos y Nicaragua o más específicamente, a través del Tratado Cuadra Pasos-Monroe, quedando como única fuerza castrense y policíaca del país, dirigida sucesivamente por cinco oficiales norteamericanos. Por su lado, éstos sólo perdieron a 122 hombres (47 marines y 75 guardias nacionales). 

Pero el 1 de enero de 1933 había asumido el cargo de jefe director de la G.N. el nicaragüense Anastasio Somoza García –hombre de confianza de los interventores, sobrino político de Sacasa y pariente cercano de Moncada– que perpetraría el asesinato de Sandino, con el visto bueno del Embajador Arturo Bliss Lane y el apoyo de su Estado Mayor, el 21 de febrero de 1934. Días después, la Sección Central de la “Cooperativa Río Coco” era arrasada a sangre y fuego por la misma G.N., que, desde entonces, se constituiría en el único poder real de la República, y por tanto, en el eje de su política. 

Amnistía para los asesinos.
Inmediatamente, el presidente Sacasa condenó y ordenó una investigación del crimen sin resultado alguno. El 12 de marzo el padre de Sandino se vio obligado a exiliarse en El Salvador. El 3 de junio Somoza García, en un banquete en el Club Social de Granada, baluarte del conservatismo, aceptó la responsabilidad del hecho; y el Congreso Nacional aprobó un decreto de amnistía para todo aquel que hubiese cometido cualquier delito desde el 16 de febrero de 1933 hasta la fecha (La Gaceta, Num. 282, pp. 2353-2354). 


Nota de Sandino al Capitán Hatfield


12 de Julio de 1927
Campamento de El Chipote, Vía San Fernando.

Al Capitán G. D. Hatfield
El Ocotal

Recibí su comunicación ayer y estoy entendido de ella. No me rendiré y aquí los espero. Yo quiero patria libre o morir. No les tengo miedo; cuento con el ardor del patriotismo de los que me acompañan.

Patria y Libertad
A. C. Sandino

Manifiesto político (Manifiesto de San Albino, 01/Jul/1927)

Por Augusto Sandino

El hombre que de su patria no exige un palmo de tierra para su sepultura, merece ser oído, y no sólo ser oído sino también creído. Soy nicaragüense y me siento orgulloso de que en mis venas circule, más que cualquiera, la sangre india americana que por atavismo encierra el misterio de ser patriota leal y sincero; el vínculo de nacionalidad me da derecho a sumir la responsabilidad de mis actos en las cuestiones de Nicaragua y, por ende, de la América Central y de todo el Continente de nuestra habla, sin importarme que los pesimistas y los cobardes me den el título que a su calidad de eunucos más les acomode. Soy trabajador de la ciudad, artesano como se dice en este país, pero mi ideal campea en un amplio horizonte de internacionalismo, en el derecho de ser libre y de exigir justicia, aunque para alcanzar ese estado de perfección sea necesario derramar la propia y la ajena sangre. Que soy plebeyo dirán los oligarcas o sean las ocas del cenagal. No importa: mi mayor honra es surgir del seno de los oprimidos, que son el alma y el nervio de la raza, los que hemos vivido postergados y a merced de los desvergonzados sicarios que ayudaron a incubar el delito de alta traición: los conservadores de Nicaragua que hirieron el corazón libre de la Patria y que nos perseguían encarnizadamente como si no fuéramos hijos de una misma nación.

Hace diecisiete años Adolfo Díaz y Emiliano Chamorro dejaron de ser nicaragüenses, porque la ambición mató el derecho de su nacionalidad, pues ellos arrancaron del asta la bandera que nos cubría a todos los nicaragüenses. Hoy esa bandera ondea perezosa y humillada por la ingratitud e indiferencia de sus hijos que no hacen un esfuerzo sobrehumano para libertarla de las garras de la monstruosa águila de pico encorvado que se alimenta con la sangre de este pueblo, mientras en el Campo Marte de Managua flota la bandera que representa el asesinato de pueblos débiles y enemistad de nuestra raza.

¿Quiénes son los que ataron a mi patria al poste de la ignominia? Díaz y Chamorro y sus secuaces que aún quieren tener derecho a gobernar esta desventurada patria, apoyados por las bayonetas y las Springfield del invasor. ¡No! ¡Mil veces no! La revolución liberal está en pie. Hay quienes no han traicionado, quienes no claudicaron ni vendieron sus rifles para satisfacer la ambición de Moncada. Está en pie y hoy más que nunca fortalecida, porque sólo quedan en ella elementos de valor y abnegación.

Moncada el traidor faltó naturalmente a sus deberes de militar y de patriota. No eran analfabetos quienes le seguían y tampoco era él un emperador, para que nos impusiera su desenfrenada ambición. Yo emplazo ante los contemporáneos y ante la historia de ese Moncada desertor que se pasó al enemigo extranjero con todo y cartuchera. ¡Crimen imperdonable que reclama vindicta!

Los grandes dirán que soy muy pequeño para la obra que tengo emprendida; pero mi insignificancia está sobrepujada por la altivez de mi corazón de patriota, y así juro ante la Patria y ante la historia que mi espada defenderá, el decoro nacional y que será redención para los oprimidos. Acepto la invitación a la lucha y yo mismo la provoco y al reto del invasor cobarde y de los traidores de mi Patria, contesto con mi grito de combate y mi pecho y el de mis soldados formarán murallas donde se lleguen a estrellar legiones de los enemigos de Nicaragua. Podrá morir el último de mis soldados, que son los soldados de la libertad de Nicaragua, pero antes, más de un batallón de los vuestros, invasor rubio, habrán mordido el polvo de mis agrestes montañas.

No seré Magdalena que de rodillas implore el perdón de mis enemigos, que son los enemigos de Nicaragua, porque creo que nadie tiene derecho en la tierra a ser semidiós. Quiero convencer a los nicaragüenses fríos, a los centroamericanos indiferentes y a la raza indohispana, que en una estribación de la cordillera andina, hay un grupo de patriotas que sabrán luchar y morir como hombres.
 
Venid, gleba de morfinómanos; venid a asesinarnos en nuestra propia tierra, que yo os espero a pie firme al frente de mis patriotas soldados, sin importarme el número de vosotros; pero tened presente que cuando esto suceda, la destrucción de vuestra grandeza trepidará en el Capitolio de Washington, enrojeciendo con vuestra sangre la esfera blanca que corona vuestra famosa White House, antro donde maquináis vuestros crímenes.

Yo quiero justificar a los gobiernos de Centro América, mayormente al de Honduras, que mi actitud no debe preocuparle, creyendo que porque tengo elementos más que suficientes, invadiría su territorio en actitud bélica para derrocarlo. No. No soy un mercenario sino un patriota que no permite un ultraje a nuestra soberanía.

Deseo que, ya que la naturaleza ha dotado a nuestra patria de riquezas envidiables y nos ha puesto como el punto de reunión del mundo y que ese privilegio natural es el que ha dado lugar a que seamos codiciados hasta el extremo de querernos esclavizar, por lo mismo anhelo romper la ligadura con que nos ha atado el nefasto chamorrismo.

Nuestra joven patria, esa morena tropical, debe ser la que ostente en su cabeza el gorro frigio con el bellísimo lema que simboliza nuestra divisa «Rojo y Negro» y no la violada por aventureros morfinómanos yankees traídos por cuatro esperpentos que dicen haber nacido aquí en mi Patria.

El mundo sería un desequilibrio permitiendo que sólo los Estados Unidos de Norte América sean dueños de nuestro Canal, pues sería tanto como quedar a merced de las decisiones del Coloso del Norte -de quién tendría que ser tributario- los absorbentes de mala fe, que quieren aparecer como dueños sin que justifiquen tal pretensión.

La civilización exige que se abra el Canal de Nicaragua, pero que se haga con capital de todo el mundo y no sea exclusivamente de Norte América, pues por lo menos la mitad del valor de las construcciones deberá ser con capital de la América Latina y la otra mitad de los demás países del mundo que desean tener acciones en dicha empresa, y que los Estados Unidos de Norte América sólo pueden tener los tres millones que les dieron a los traidores Chamorro, Díaz y Cuadra Pasos; y Nicaragua, mi Patria, recibirá los impuestos que en derecho y justicia le corresponden, con lo cual tendríamos suficientes ingresos para cruzar de ferrocarriles todo nuestro territorio y educar a nuestro pueblo en el verdadero ambiente de democracia efectiva, y asimismo seamos respetados y no nos miren con el sangriento desprecio que hoy sufrimos.

Pueblo hermano: al dejar expuestos mis ardientes deseos por la defensa de la Patria, os acojo en mis filas sin distinción de color político, siempre que vuestros componentes vengan bien intencionados, pues tened presente que a todos se puede engañar con el tiempo, pero con el tiempo no se puede engañar a todos.

Mineral de San Albino, Nueva Segovia, Nicaragua, 1 de julio de 1927

Patria y Libertad

A. C. SANDINO

Manifiesto Luz y Verdad (15 Feb. 1931)


Por Augusto C. Sandino

Manifiesto a los miembros de nuestro Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.

Impulsión divina es la que anima y protege a nuestro Ejército, desde su principio y así lo será hasta su fin.

Ese mismo impulso pide en Justicia de que todos nuestros hermanos miembros de este Ejército principien a conocer en su propia Luz y Verdad, de las leyes que rigen el Universo.

Pues bien hermanos:

Todos vosotros presentís una fuerza superior a si mismos y a todas las otras fuerzas del Universo. Esa fuerza invisible tiene muchos nombres, pero nosotros lo hemos conocido con el nombre de Dios.

Seguramente de que entre vosotros hay muchos quienes han querido encontrar la oportunidad de quien les explique esas cosas tan hermosas.

Pues bien hermanos:

Lo que existió en el Universo, antes de las cosas que se pueden ver o tocar, fue el éter como sustancia única y primera de la Naturaleza (materia). Pero antes del éter, que todo lo que llena en el Universo, existió una gran voluntad; es decir, un gran deseo de Ser lo que no era, y que nosotros lo hemos conocido con el nombre de Amor.

Por lo explicado se deja ver que el principio de todas las cosas es el Amor: o sea Dios. También se le puede llamar Padre Creador del Universo. La única hija del Amor, es la Justicia Divina.

La injusticia no tiene ninguna razón de existir en el Universo, y su nacimiento fue de la envidia y antagonismo de los hombres, antes de haber comprendido su espíritu.

Pero la incomprensión de los hombres solamente es un tránsito de la vida universal: y cuando la mayoría de la humanidad conozcan de que viven por el Espíritu, se acabara para siempre la injusticia y solamente podrá reinar la Justicia Divina: única hija del Amor.

Pues bien hermanos:

Muchas veces habréis oído hablar de un Juicio Final del mundo.

Por Juicio Final del mundo se debe comprender la destrucción de la injusticia sobre la tierra y reinar el Espíritu de Luz y Verdad, o sea el Amor.

También habréis oído decir de que en este siglo veinte, o sea en el Siglo de las Luces, es la época de que estaba profetizado el Juicio Final del Mundo.

Pues bien hermanos:
El siglo en cuestión se compone de cien años y ya vamos corriendo sobre los primeros treinta y uno; lo que quiere decir que esa hecatombe anunciada deberá de quedar definida en estos últimos 69 años que faltan.

No es cierto que San Vicente tenga que venir a tocar trompeta, ni es cierto de que la tierra vaya a estallar y que después se hundiría; No.

Lo que ocurrirá es lo siguiente:

Que los pueblos oprimidos romperán las cadenas de la humillación, con que nos han querido tener postergados los imperialistas de la tierra.

Las trompetas que se oirán van a ser los clarines de guerra, entonando los himnos de la libertad de los pueblos oprimidos contra la injusticia de los opresores.

La única que quedara hundida para siempre es la injusticia; y quedara el reino de la Perfección, el Amor; con su hija predilecta la Justicia Divina.

Cábenos la honra hermanos: de que hemos sido en Nicaragua los escogidos por la Justicia Divina, a principiar el juicio de la injusticia sobre la tierra. No temáis mis queridos hermanos; y estad seguros, muy seguros y bien seguros de que muy luego tendremos nuestro triunfo definitivo en Nicaragua, con lo que quedara prendida la mecha de la "Explosión Proletaria" contra los imperialistas de la tierra. Sinceramente vuestro hermano.

Cuartel General del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua.

El Chipotón, Las Segovias, Nic. C. A.

Febrero de 1931, 15 Feb.

Patria y Libertad

A. C. SANDINO

Integración de Sandino a la Guerra Constitucionalista


En octubre de 1925, el ex presidente Emiliano Chamorro orquestó un nuevo golpe militar para recuperar el poder y en mayo de 1926 el movimiento liberal se alzó contra el nuevo Gobierno. Estalló entonces el conflicto civil entre liberales y conservadores en la llamada Guerra Constitucionalista. El general José María Moncada, al frente del ejército liberal, desembarcó en la costa atlántica y el ex vicepresidente Sacasa constituyó allí su Gobierno liberal. En el otro frente, los Estados Unidos obligaron a Chamorro a renunciar a la presidencia en favor del también conservador Adolfo Díaz mientras los marines desembarcaban de nuevo en Nicaragua para defender a su protegido de la insurrección liberal.
Enterado de los últimos sucesos en su país, el 16 de mayo de 1926 Sandino abandonó México e inició viaje a Nicaragua con el propósito de ingresar en el ejército Constitucionalista y acabar con la ocupación estadounidense. Llegó el 1 de junio y, después de visitar a su familia, se dirigió a la Mina de San Albino donde consiguió un empleo. En pocos meses logró reunir a un pequeño grupo de compañeros, la primera célula sandinista con la que daría inicio a su personal batalla dentro de la Guerra Constitucionalista. Armados con rifles adquiridos a traficantes hondureños, la columna de Sandino se alzó contra las tropas conservadoras en El Jícaro, un primer combate que a pesar de la derrota animó la vocación luchadora de sus hombres. En el mes de diciembre, Sandino se entrevistó con el general Moncada en Río Grande pero el jefe del ejército Constitucionalista le negó ayuda militar. A pesar de la decepcionante respuesta oficial, logró armas con ayuda de las prostitutas y los indígenas del puerto y emprendió el camino de regreso a Las Segovias. La guerrilla de Sandino, muy pronto engrosada por voluntarios procedentes de varias regiones, comenzó a cosechar éxitos en el frente durante los primeros meses de 1927.
El 4 de mayo, el delegado personal del presidente estadounidense Coolidge logró entrevistarse con Moncada y arrancarle la rendición a cambio de la promesa de auspiciar unas elecciones libres. Los generales liberales aceptaron el acuerdo y diez días después firmaron con el gobierno conservador de Díaz el pacto de El Espino Negro, que ponía fin a las hostilidades. Las tropas constitucionalistas entraron desarmadas en Managua el día 15 y, al día siguiente, los marines asumieron la organización de la Guardia Nacional y las funciones policiales en la capital. Sandino rechazó categóricamente el acuerdo y entendió como traición a la patria la rendición del ejército liberal. El líder guerrillero dirigió una circular a las autoridades locales de todos los departamentos para anunciar su determinación de continuar la lucha por la liberación nacional hasta la total retirada de las tropas norteamericanas de ocupación y, desde su campamento en la Mina de San Albino, emitió el 1 de julio su primer Manifiesto Político dirigido al pueblo de Nicaragua.
La captura de Sandino se convirtió, desde entonces, en el objetivo prioritario de los marines pero, después de varios combates, se retiró a El Chipote donde estableció una nueva base militar para dirigir la guerra de guerrillas. Allí se constituyó en septiembre de 1927 el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, mientras en Managua EE.UU y Díaz acordaban, meses después, transformar la Constabulary en Guardia Nacional. Combatientes internacionalistas acudieron a la llamada antiimperialista de Sandino y el Ejército Defensor se pobló de estudiantes, trabajadores e intelectuales de toda América Latina para prestar su apoyo a la causa. En junio de 1928 se incorporó a las filas del sandinismo el dirigente comunista salvadoreño Farabundo Martí.
A finales de 1928 las tropas estadounidenses traspasaron la responsabilidad militar a la nueva Guardia Nacional mientras el prometido proceso electoral, supervisado por los marines, elevaba a la presidencia a José María Moncada, quien tomó posesión del cargo el 1 de enero de 1929. Consciente de que para enfrentar una guerra larga necesitaba armas y recursos, Sandino viajó a México para buscar, infructuosamente, el apoyo del presidente Emilio Portes. Los combates se sucedieron de forma ininterrumpida en los años siguientes, hasta que el 1 de enero de 1933 los marines anunciaron su retirada de Nicaragua. Ese mismo día, Juan Bautista Sacasa, vencedor de los comicios de noviembre, asumió la presidencia y Somoza tomó posesión de la jefatura de la Guardia Nacional. Tras la retirada del ejército estadounidense, Sandino aceptó una declaración de tregua y el 2 de febrero, después de ordenar el desarme a sus hombres, viajó a Managua para firmar un tratado de paz con el nuevo Gobierno.

El pacto de sangre para matar a Sandino


Por Roberto Sánchez Ramírez | El Nuevo Diario | 26 de febrero 2014.
La reunión terminó a las siete de la noche. Los presentes procedieron a firmar el documento. El texto no dejaba explícita la decisión tomada ese 21 de febrero de 1934. El documento sería conocido en la historia de Nicaragua, como “El Pacto de Sangre” o “La muerte del César”. Era la sentencia de muerte del general Augusto C. Sandino.
Un año antes, el 2 de febrero de 1933, se había firmado el Convenio de Paz, en la Casa Presidencial de la Loma de Tiscapa. Fue ratificado por el general Sandino y el presidente Juan Bautista Sacasa. Como un gesto de buena voluntad, se habían tomado una foto abrazados, el general Sandino y el Jefe Director de la Guardia Nacional, General de Brigada, Anastasio Somoza García. Intercambiarían las fotos con sus respectivas dedicatorias. La de Sandino a Somoza se guarda en el Centro de Historia Militar del Ejército de Nicaragua.
Un año después, en febrero, el general Sandino llegó a Managua. La situación estaba muy tensa entre él y Somoza García. El grupo de guerrilleros se hospedó en casa del profesor Sofonías Salvatierra Avilés, Ministro de Agricultura y Trabajo, situada de la Iglesia de El Calvario media cuadra abajo. Al atardecer del día 21, se marcharon a Casa Presidencial, los generales Sandino, Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor, y don Gregorio Sandino López. El profesor Salvatierra esperaba en la Presidencial. Quedaron en la casa, el coronel Sócrates Sandino Tiffer y el coronel Santos López.
 El Pacto de Sangre
Somoza García, en la tarde del día 21, había visitado al Ministro de los Estados Unidos de América, Arthur Bliss Lane. Antes convocó a una reunión en su despacho. A las seis de la tarde, Somoza García regresó. Estaban reunidos militares de toda su confianza: Gustavo Abaunza, Samuel Santos, Alfonso González Cervantes, Lizandro Delgadillo, Francisco Mendieta, Policarpo “El Coto” Gutiérrez, Carlos Tellería, Diego López Roig, Federico Davidson Blanco, José A. López, Ernesto Díaz, Abelardo Cuadra Vega, César Sánchez y Carlos Zelaya. Además, Camilo González Cervantes, empleado civil del Campo de Marte, años después, alto militar.
Somoza García les planteó el plan de matar a Sandino. Les dijo que contaba con el apoyo incondicional de Bliss Lane. Ordenó al capitán Mendieta que redactara un documento de aceptación y compromiso. Este documento estuvo desaparecido. Misteriosamente, apareció años después una copia, en la que se leen las firmas de los presentes en la reunión, menos la de Somoza García. Éste se reunió después solo con Delgadillo, Gutiérrez, López y Davidson Blanco. A continuación se marchó al Campo de Marte a un recital de la declamadora peruana, Zoila Rosa Cárdenas.
 Detención y muerte
Alrededor de las diez de la noche terminó la reunión en Casa Presidencial, luego de una cena. Subieron al automóvil asignado al ministro Salvatierra, en la parte delantera, el conductor Francisco Rodríguez, los generales Umanzor y Estrada. En el asiento trasero, el general Sandino, su padre don Gregorio y el profesor Salvatierra. Bajaron por la entonces llamada Avenida Central, a corta distancia les seguía Maruca, hija del presidente Sacasa. Al llegar cerca de la Imprenta Nacional, fueron detenidos por el sargento Juan Emilio Canales, conocido como “Cabuya”. Observaron la detención Maruca y el taxista, Manuel Saravia.
Fueron conducidos a El Hormiguero, donde los separaron. En un sitio quedaron don Gregorio y el profesor Salvatierra. En otro lugar los generales Sandino, Umanzor y Estrada. Avisado por su hija de la detención, el presidente Sacasa llamó por teléfono, solicitando le comunicaran con Somoza García, pero no fue atendido. Después de algunas consultas, Somoza García ordenó que se procediera con el plan aprobado. Subieron a los prisioneros en el camión G.N. 1. Los custodiaban el capitán Delgadillo, el sub teniente Carlos Eddie Monterrey, más una patrulla de soldados, entre ellos el sargento Rigoberto Somarriba y el cabo Alfonso Delgado.
Tomaron en dirección hacia el aeropuerto Xolotlán, donde está ahora la Dirección de Migración y Extranjería. En Los Guanacastes, propiedad de Camilo González Cervantes fueron bajados del camión, cerca de la colonia Tenderí, en la actualidad frente a un centro de compras. Los alinearon, hubo un breve diálogo, seguidamente les dispararon. El primero en hacerlo fue “Chale” Monterrey. Simultáneamente atacaron la casa del profesor Salvatierra, matando a Sócrates y al niño Juan Ramón López e hirieron a Rolando Murillo, yerno de don Sofonías, quien falleció a los pocos días. Escapó herido el coronel Santos López. Afortunadamente la esposa de don Sofonías, Dolores, su hija María Celina y su nieta María Lourdes, se encontraban en Masatepe.
Los cadáveres fueron llevados al extremo noreste de la pista, donde está la Central de Policía “Ajax Delgado”. Canales cargó el cuerpo del general Sandino. En el sitio estuvo el Hospicio Zacarías Guerra y luego las instalaciones de los marinos norteamericanos. Un grupo de presos comunes abrieron una fosa. Posteriormente fueron asesinados. El operativo contó con una patrulla de soldados, bajo el mando de los oficiales Ernesto Díaz Medina y Fernando Balladares Lacayo. Los cuerpos fueron ultrajados, presentaban golpes en los testículos. Los despojaron de sus prendas y después los lanzaron a la fosa común. El general Sandino presentaba orificios de bala cerca de la tetilla derecha, en la sien izquierda con salida en la derecha, en la mitad del plexo y el ombligo, la cara la tenía cubierta de sangre. Al general Umanzor le penetraron varias balas en el temporal derecho, tenía heridas en otras partes. El general Estrada recibió cuatro balazos en el pecho. El coronel Sandino Tiffer presentaba el cuerpo acribillado y el niño López, un balazo en la cabeza. Ninguna de estas muertes fueron asentadas en el Registro Civil de las Personas de Managua.
 Sacados y quemados
En 1944, hubo levantamientos populares en toda Centroamérica en contra de las dictaduras militares. En julio, en Nicaragua, Somoza García estuvo a punto de renunciar y marcharse del país. Logró mantenerse, renunciando a la reelección. Temió que se localizaran los restos de Sandino y se convirtieran en un símbolo de lucha. Para entonces, en el año 1935, Abelardo Cuadra Vega, en cartas a su hermano Luciano, había revelado detalles de lo acontecido el 21 de febrero y el lugar donde se encontraban los cuerpos de los asesinados.
Somoza García ordenó hacer desaparecer los restos. Fueron exhumados por una patrulla al mando de Monterrey y Canales. Los llevaron a la hacienda Santa Feliciana, propiedad del dictador, situada al sur de la laguna de Tiscapa, al lado de donde se construyó la micropresa, conocida como de Los Gauchos. Quemaron los restos y las cenizas fueron esparcidas en ese mismo lugar. Todo lo anterior me fue relatado personalmente por Monterrey en 1980. Fueron testigos de estos hechos: Luis Somoza Debayle, José R. Somoza, los hermanos Francisco y Horacio Aguirre Baca. Esta versión fue confirmada por el general Gustavo Abaunza, Jefe del Estado Mayor de la G.N, en el gobierno del presidente Sacasa.
En febrero de 1933, en una entrevista periodística, el general Sandino dijo: “Esta guerra había que hacerla como se hacen todas las guerras, y hubo balas y sangre. Quede esa sangre como un tributo rendido a la libertad de Nicaragua y que ni una gota más se vuelva a derramar entre hermanos”. Como una premonición había dicho: ‘‘Nosotros iremos hacia el sol de la libertad o hacia la muerte; y si morimos, nuestra causa seguirá viviendo. Otros nos seguirán’’.
A 80 años de su asesinato, el general Augusto C. Sandino está declarado Héroe Nacional. Es un parámetro para medir la nacionalidad nicaragüense. Junto con Rubén Darío, es la máxima expresión de nuestra identidad.
 Sombra imperial cubrió de impunidad el crimen
Arthur Bliss Lane llegó a Nicaragua en 1933 para desempeñar el cargo de Ministro de los Estados Unidos de América. Recién se habían marchado los marines. Quedaba el sustituto de las fuerzas de ocupación, Anastasio Somoza García, en su calidad de Jefe Director de la Guardia Nacional, nombrado por obra y gracia del anterior Ministro, Mathew E. Hanna.
Al margen del presidente de la República, doctor Juan Bautista Sacasa, se creó un contubernio entre Bliss Lane, Somoza García y el ex presidente, general José María Moncada Tapia. El 21 de febrero de 1934, Bliss Lane fue visitado por ambos. Somoza García tenía pendiente una reunión en su oficina del Campo de Marte. Cuando regresó al atardecer dijo a los presentes que el ministro norteamericano le había dicho que el gobierno de Washington respaldaba y recomendaba la eliminación de Sandino.
Después del ataque a la casa del profesor Sofonías Salvatierra, se llevaron los cadáveres de Sócrates Sandino Tiffer y del niño Juan Ramón López, hijo de casa de la familia Salvatierra Sotomayor. La cuadra entre El Calvario y una popular cantina llamada El Abanico, situada sobre la calle 15 de Septiembre estaba cerrada, custodiada por guardias nacionales al mando de Policarpo, “El Coto”, Gutiérrez y Federico Davidson Blanco.
Llegó Camilo González Cervantes y se llevó unos papeles y una buena cantidad de oro. Pasadas las once de la noche se apareció Bliss Lane. Penetró en la casa. Observó el desorden y la sangre en el piso. Miró con indiferencia el cuerpo de Rolando Murillo, el yerno de don Sofonías, quien se desangraba en el suelo, sin que nadie le auxiliara. A los pocos días falleció.
En su obra “Sandino o la tragedia de un pueblo”, don Sofonías Salvatierra relata que como a la una de la madrugada del día 22, llegó a El Hormiguero Bliss Lane y le condujo junto con don Gregorio Sandino López a la sede diplomática norteamericana. A petición de don Sofonías los trasladó a la Casa Presidencial. Más tarde acompañaría a varios miembros de la delegación del general Sandino para que se marcharan por vía aérea hacia El Salvador. Tal fue el poder demostrado por Bliss Lane durante los trágicos sucesos.
Abelardo Cuadra Vega, uno de los participantes en el crimen, en su libro “Hombre del Caribe”, cuenta que unos ocho días después de los asesinatos, se encontró a Bliss Lane en el despacho de Somoza García. Al parecer habían estado brindando con finos licores. Bliss Lane estuvo como ministro hasta 1936, cuando el régimen somocista se entronizaba hasta ser derrocado el 19 de julio de 1979, luego que el día 17 se había marchado Anastasio Somoza Debayle, el último marine.

miércoles, 16 de julio de 2014

Sandino, héroe político y militar



Por Emmanuel Carballo.

Periódico "El Día", México, 23 de febrero de 1975, suplemento dominical "El Gallo Ilustrado"

Hace cuarenta y un años, el 21 de febrero de 1934, Augusto César Sandino fue asesinado por mayordomos y peones nicaragüenses al servicio de los intereses imperiales de los Estados Unidos.

Sandino es uno de los héroes más limpios con que cuenta la historia de la lucha antiimperialista en la América Latina: es, y seguirá siendo, un ejemplo para los patriotas del continente que luchan por la verdadera y efectiva independencia de sus pueblos.

Sandino fue en la segunda década de nuestro siglo uno de los precursores de la guerra de guerrillas (de la guerra revolucionaria y de la guerra librada con éxito contra el invasor imperialista). En otras palabras, y en cierto sentido, se adelanta a los barbudos de la Sierra Maestra, a los esforzados guerrilleros de América Central y América del Sur y al heroico pueblo vietnamita.

En seguida, y en torno a esta faceta, ofrezco un colagge que lo muestra como un hábil estratega de este tipo de guerra en el continente americano.

En unas cuantas líneas, William Krehm traza una imagen correcta sobre la táctica de lucha y el sentido del movimiento sandinista:

"Durante casi siete años, prácticamente sin ayuda, luchando con rifles capturados al enemigo y granadas de mano hechas con latas de sardinas llenas de piedras, resistió a la aviación y al equipo moderno de la marina norteamericana y de la Guardia Nacional de Nicaragua. Sus enemigos más encarnizados han rendido tributo a su bien organizado espionaje, segura señal de que gozaba de las simpatías de la población.

A través de toda Latinoamérica Sandino se convirtió en un David legendario que aunque no tenía la menor esperanza de decapitar al grande y rubio Goliath, sí le suministró un buen tirón de orejas".

Gregorio Selser resume en unos cuantos párrafos de su Sandino, general de hombres libres los métodos de combate de que se sirve el nicaragüense para hostigar, debilitar y exasperar a los marines norteamericanos y a sus cómplices nativos:

"En un principio todas fueron derrotas. A la de San Fernando siguió el desastre de Las Flores, donde perdió sesenta hombres y un armamente vital. Poco podían hacer sus tropas frente a las tácticas de un ejército regular que contaba con la dirección de veteranos de la Primera Guerra Mundial. Como Sandino operaba según el sistema de trincheras, poco costaba a los invasores flanquearlo y, con ayuda de la aviación, desalojarlo.

La lección, a poco de reiterada, fue plenamente comprendida. Percibió que en tanto los invasores contaran con armamento superior, eligieran el terreno y el momento de los combates y se valieran de sus conocimientos militares académicos, poco podría hacer él si les correspondía con el mismo juego. A partir de ese momento decidió Sandino adoptar las tácticas de las guerrillas, aprovechando sus conocimientos del terreno donde operaba, para tratar de obtener el máximo rendimiento de los escasos hombres y armamento de que disponía. Decidió que el factor sorpresa era elemento primordial de ventaja en las luchas del tipo de la suya, que exigían el empleo de la emboscada y la retirada inmediata una vez logrados los objetivos propuestos.

El primer ensayo fue puesto en práctica diez días después del desastre de Las Flores, cuando Sandino, en tanto los invasores se internaban en Las Segovias en dirección al cerro del Chipote, se colocó a su retaguardia y atacó, el 19 de septiembre de 1927, la ciudad de Telnapeca. Por la noche la ciudad estaba en sus manos, con excepción del sistema defensivo de trincheras "con alambres de púas y la extensa red de zanjas comunicadas entre sí, como copiando el sistema de atrincheramiento usado durante la guerra europea..."

Para comprender este cambio en las concepciones militares de Sandino, casi todas instintivas, debe tenerse en cuenta que los cuatro departamentos segovianos forman una superficie de treinta mil kilómetros cuadrados, extendida desde el centro de Nicaragua, en dirección norte, hasta la frontera con Honduras, cuyos límites cubre completamente. Al oeste, desde el Pacífico, el terreno se eleva gradualmente desde los llanos de León y Chinandega hasta las alturas de Nueva Segovia, donde alcanzan su mayor desarrollo inmensos bosques inexplorados. Al este, la región del Atlántico, aunque baja, es igualmente boscosa, terminando en los inhabitables suampos o pantanos. El río Coco, que baja de las alturas de Nueva Segovia hasta el mar, recorre cientos de kilómetros irregularmente aptos para la navegación de poco calado, atravesando toda la zona departamental en lucha.

Los pueblos, naturalmente, estuvieron desde un principio en poder de los invasores. Sus bocacalles y su perímetro exterior estaban constantemente vigilados por puestos de ametralladoras.

Pero Sandino es el dueño de la selva, de la montaña y del río. Conoce cada palmo de terreno segoviano. Y quienes le acompañan no son menos duchos. Cada árbol, cada matorral, cada roca, es un virtual escondite de un tirador o de un espía patriota. Los invasores lo saben y sólo se atreven a internarse por caminos conocidos con el rifle o el revólver dispuestos a disparar en cualquier momento. Y aun así les domina la inquietud. Porque en cualquier instante, sin que nada previo lo haga anunciar, se escucha el seco estampido que da por tierra con un invasor, al que de inmediato sigue una furiosa descarga desde distintos puntos. Los tiradores han tenido tiempo y puntería suficientes como para caer en un inútil desperdicio de munición: cuando los norteamericanos reaccionan, dispuestos al contraataque, sólo encuentran la huella reciente de pisadas que se pierden en la espesura, donde es más peligrosa la acechanza de los sandinistas. Estos, una vez descargadas sus armas y cumplida la faena de diezmar a los "gringos", se retiran en orden tan silenciosamente como han llegado.

Claro está que no siempre se es tan afortunado. "Vencimos y nos vencieron -recordaría Sandino-, pero al enemigo le hacía falta conocer nuestra táctica. Además, nuestro espionaje siempre fue y sigue siendo superior al de los mercenarios. Así fuimos adquiriendo armas y parque norteamericanos, porque les capturábamos gente y botín. ¡Lástima que sean de tan grande estatura los piratas, porque sus uniformes no les sirven a nuestra gente!".

El temible ejército fantasma de Sandino es así imbatible. No precisa de grandes efectivos, que, por el contrario, entorpecerían sus acciones. Ni siquiera de costosos preparativos o concentraciones de armamentos y tropas. La pequeña partida es escurridiza, de difícil localización y se disgrega hacia distintos puntos preestablecidos, de difícil acceso.

Páginas adelante, el propio Selser enumera algunas de las estratagemas de que se valió Sandino para frenar la invasión de los marines y conseguir, a largo plazo, que las tropas invasoras abandonaran Nicaragua:

"Los hombres son pocos y las armas son menos todavía. El ingenio debe reemplazar a la técnica, la táctica primitiva a la estrategia militar. La honda puede no matar, pero si vaciar un ojo, y una rama flexible es una honda gigante, capaz de causar estragos, perturbar la marcha de soldados o sembrar la necesaria confusión a cuyo amparo los ocultos tiradores puedan apuntar cuidadosamente. Un colchón de hojas puede perfectamente ocultar un pozo, de la misma manera en que mediante diques de troncos y rocas se pueden modificar los cursos de agua señalados en los mapas de la región y desviar a los soldados enemigos hacia donde las guerrillas esperan a su presa."

Las líneas que acabo de transcribir no sólo revelan los recursos empleados por Sandino sino que, asimismo, prefiguran los ardides de que se valdrían los vietnamitas para derrotar, primero, a los franceses y, después, a los norteamericanos.

Al Sandino guerrillero se le puede aplicar la anécdota que entre nosotros se atribuye a Pancho Villa, el combatiente ubicuo por excelencia:

Cuéntase que un día -escribe Nellie Campobello- un jefe que persigue a las tropas de Villa recibe de Venustriano Carranza un telegrama urgente redactado en estos términos: "Precise usted dónde se hallan Francisco Villa y los pocos hombres que lo acompañan".

La respuesta del jefe fue esta:

"Tengo el honor de informarle que según todos los datos que he recabado y creo verdaderos, Villa se encuentra en todas partes y en ninguna".

Aquí quiero intercalar una pequeña digresión. Es probable que uno de los maestros de Sandino en el arte de la guerra de guerrillas haya sido Villa, con cuyas hazañas debió familiarizarse no sólo por la prensa sino a través del contacto personal, aquí en México, con personas y libros que debieron informarle cómo se movilizaba y actuaba el sorprendente guerrillero quien, como él, supo detener y derrotar a las tropas norteamericanas.

Poco se ha dicho acerca de las semejanzas que se observan entre la acción militar de Sandino (y sus puntos de vista teóricos diseminados en cartas, entrevistas y documentos) y la teoría y la praxis guerrillera de Mao Tse-Tung, el mayor teórico con que cuenta en nuestros días este tipo de guerra.

Entresaco de los escritos militares de Mao (influídos por los de Sun Tzu, estratega chino que vivió en el siglo VI antes de nuestra era) algunas muestras que considero significativas:

1.- Aunque la guerra móvil de la insurrección se asemeja a la de las fuerzas tradicionales, se apoya en la estrategia de la guerrilla y opera persiguiendo objetivos algo diferente. Los insurgentes van desde las zonas rurales hacia los pueblos y ciudades. Ocupan las colinas y los bosques antes de tomar los caminos. En esto se conducen de manera diametralmente opuesta a los dictados de la estrategia militar occidental, en la cual los puntos fuertes -centros industriales, de comunicaciones, de población- se golpean primero y se dejan para lo último los empenachados montes de las zonas rurales. Lo que cuenta para que el enemigo no pueda defender sin verse envuelto en una contradicción, la de extender sus líneas y debilitar la efectividad de su poder destructor. En consecuencia, primero están las zonas rurales y después las ciudades.

2.- Esparcir nuestras fuerzas para despertar a las masas; concentrarlas para contener con el enemigo.

3.- Avanza el enemigo, nos retiramos; acampa el enemigo, lo hostigamos; se fatiga el enemigo, lo atacamos; se retira, lo perseguimos.

4.- Para ampliar zonas estables, emplear la táctica de avanzar en olas; cuando se es perseguido por un enemigo poderoso, emplear la táctica de girar y escabullirnos a su alrededor.

5.- Despertar el mayor número de personas en el tiempo más breve posible con los mejores métodos.

6.- Estas prácticas se asemejan en todo a la forma en que se maneja una red; debemos estar listos para lanzarla o recogerla. La tiramos abierta para ganar a las masas y la recogemos para luchar contra el enemigo.

La guerrilla -afirma Robert Taber- hace la guerra de la pulga. La pulga pica, brinca, y pica otra vez, esquiva rápidamente la fuerza que puede aplastarla. No trata de matar a su enemigo de un golpe, sino de extraerle sangre y alimentarse con ella, atormentándole y enloqueciéndolo; lo conserva para actuar en él y destruir sus nervios y su moral. Todo esto toma tiempo. Más tiempo se necesita todavía para que las pulgas se multipliquen. Lo que comenzó siendo una infección local llegará a ser una epidemia, a medida que se unan las zonas de resistencia, del mismo modo como se extiende una mancha de tinta en un secante.

Paso, ahora, de China a Vietnam, país en el que la guerra anticolonial y, luego, la guerra contra el imperialismo yanqui guarda ciertas similitudes con la guerra de Sandino.

La definición de la guerra de guerrillas que da el general Vo Ngu-yen Giap, el triunfador de Dien Bien Fu, coincide con la de Mao. El estilo, incluso, es parecido:

"La guerra de guerrillas es la forma en que pelean las masas de un país débil y mal equipado contra un ejército agresor con equipo y técnica mejores. Así es como se pelea en una revolución. Las guerrillas confían en su espíritu heroico para triunfar sobre las armas modernas, esquivando al enemigo cuando es más fuerte y atacándolo cuando es más débil. Dispersándose unas veces, reagrupándose otras, desgastando al enemigo en ocasiones, exterminándolo en otras, estando dispuestas a pelear dondequiera, para que en cualquier parte a donde vaya el enemigo se encuentre sumergido en un mar de gente armada que golpea sus espaldas, intranquilizando su espíritu y agotando sus fuerzas."

En otro momento de Guerra del pueblo, ejército del pueblo, el general Giap afirma:

"Además de dispersarse para desgastar al enemigo, es necesario reagrupar una gran fuerza armada en una situación favorable, para adquirir supremacía en el ataque en un punto y tiempo dados para aniquilar al enemigo. Los triunfos sumados de muchas batallas pequeñas desgastan progresivamente los efectivos humanos del enemigo al tiempo que incrementamos poco a poco nuestras fuerzas. El fin principal de la batalla debe ser la destrucción de los efectivos humanos del adversario. Nuestros propios efectivos no deben agotarse tratando de conservar u ocupar territorio.

En Argelia, a lo largo de los intensos siete años de lucha contra el poder colonial francés, los patriotas aplicaron en el campo, adaptándolas a sus propias condiciones objetivas, las mismas tácticas empleadas por Mao y por Giap.

En la Sierra Maestra, los revolucionarios de Fidel Castro, con enorme poder creador, pusieron en práctica, en líneas generales, un parecido cuerpo de ideas. Casi al azar tomo dos fragmentos del Che Guevara que se localizan en La guerra de guerrillas:

"1.- 'Muerde y huye' le llaman algunos despectivamente, y es exacto. Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir, y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo. Hay en todo esto, al parecer, una actitud negativa, esa actitud de retirada, de no dar combates frontales, sin embargo, es consecuente con la estrategia general de la guerra de guerrillas, que es igual en su fin último a la de una guerra cualquiera: lograr el triunfo, aniquilar al enemigo.

2.- Hay tres condiciones de supervivencia de una guerrilla que comience su desarrollo; movilidad constante, vigilancia constante, desconfianza constante. Sin el uso adecuado de estos tres elementos de la táctica militar, la guerrilla dificilmente sobrevivirá."

Tras de asomarse a sus tácticas de lucha y repasar, por encima, las ideas de buena parte de los grandes teóricos de la guerra irregular, puedo decir que Sandino no es sólo un héroe político sino también un excelente militar cuyos puntos de vista acerca del arte de la guerra siguen teniendo cierta vigencia.

En 1975, cuarenta y un años después de su asesinato, Sandino está más vivo que los herederos de Anastasio Somoza. En tanto que Sandino al entender el presente ayudaba a sentar las bases de la Nicaragua del porvenir, los hijos de Somoza y sus cómplices al no poder comprender la Nicaragua de 1975, e incluso la Nicaragua de su padre, la que comienza en 1937, no están capacitados para diseñar el modelo político, económico y social que permita a este país, el más extenso y desgraciado de la América Central, asumir una vida en la cual ya no haya explotadores y explotados y en la que todos los nicaragüenses puedan emplear, al dirigirse unos a otros, la palabra que usaban en el campamento sandinista, un soldado cuando se dirigía a un compañero: hermano.

Somoza y sus herederos han creado un país en que la mitad de las tierras explotables no se cultivan, y de las que sí se trabajan el 30 por ciento pertenece a las finanzas de los Somoza; un país de seres mal alimentados cuya dieta cotidiana está compuesta de arroz, frijol y maíz; un país cuya balanza de pagos es deficitaria; un país incorrectamente poblado y diezmado, de la infancia a la senectud, por incontables enfermedades endémicas; un país con el 60 por ciento de analfabetos y una educación, en sus tres estadios, francamente ridícula; un país, en fin, endeudado con los Estados Unidos y propiedad privada de una familia y de sus empleados de confianza.

El porvenir de Nicaragua está en la lucha cotidiana, inteligente y valerosa del Frente Sandinista de Liberación Nacional.