viernes, 20 de mayo de 2011

Algunos factores determinantes en la formación de Augusto C. Sandino

 
Las grandes personalidades no surgen del azar, sino de un medio social determinado que las afecta de una u otra forma. Comprender a una personalidad significa, en consecuencia, ubicarla en el medio social en que ella surge y se desarrolla. Esto es definitivo en la determinación de los intereses de clase que la misma va gradualmente haciendo suyos; inicialmente, de forma espontánea y, luego, de modo consciente. Por consiguiente, para comprender la personalidad de Sandino, es preciso remitirse a aquellos factores de orden material y espiritual que fueron determinantes en su formación. No haremos, claro está, un examen riguroso de esas condiciones, sino tan sólo un señalamiento general de las mismas que nos pueda ayudar a comprender mejor la gesta del General de Hombres Libres.
 
Sandino nació el 18 de mayo de 1895, en Niquinohomo, municipio de Masaya. Fue hijo natural de una campesina pobre y de un mediano productor de café. Su sola condición de hijo natural determinó el hecho que compartiera, con la inmensa mayoría de los niños de esa época, una vida llena de extremas privaciones materiales y de grandes penas morales. A temprana edad, ya capacitado para ello, se vio en la necesidad de ayudar a su madre en los quehaceres domésticos o en los cortes de café. Lo más crudo de su infancia fue la experiencia de verse encarcelado al lado de su progenitora, por órdenes expresas del patrón, “por el delito de haber ido a trabajar para otro explotador que le ofrecía pagar unos centavos más.” Su madre se encontraba entonces en estado de embarazo, tocándole en suerte abortar en su presencia.
 
Para explicarse un encarcelamiento de este tipo, hay que partir de que Nicaragua era una sociedad con fuertes vestigios feudales y de que, por ende, en ella imperaba un gran atraso en todos los órdenes. No era así extraña la existencia de una ley que autorizaba el reclutamiento de mano de obra, mediante un adelanto en dinero que luego se descontaba del salario. Y, según la costumbre, los niños iban a parar a la cárcel con sus padres, cuando no había quien se hiciera cargo de ellos. Sandino fue, en consecuencia, una de las tantas víctimas de la "justicia" de las minorías opresoras.
 
Su suerte de alguna forma cambió cuando su padre lo reconoció como hijo legítimo y se encargó de él.  Ciertamente, en casa de su progenitor, dejó de experimentar el hambre que lo había hecho sufrir viviendo en casa de su madre, pero allí se le trató siempre como extraño. Debía comer en la cocina y dormir aparte de su hermano de padre, Sócrates, de quien heredaba la ropa vieja. Recibió casi el mismo trato que se daba a los sirvientes.
 
Y si en algo importó que viviera al lado de su padre, fue en la medida en que ello le diera la posibilidad de asistir a la escuela. No puede menospreciarse esta circunstancia porque sirvió de premisa fundamental para que pudiera desarrollar su inteligencia natural, inteligencia que, varios años más tarde, pondría al servicio de los oprimidos.
 
La forma en que las circunstancias materiales influyen y, más que eso, determinan la conciencia de los individuos, es algo que Sandino, ya en su lucha contra el interventor y sus lacayos, llegó a comprender con absoluta claridad. Así, en un manifiesto intitulado "A mis compatriotas nicaragüenses", expresaba, entre otras cosas:
 
“El General Moncada ignora […] lo que es la necesidad y el sufrimiento de la clase obrera, porque no pertenece a esta colectividad que tiene que abrirse el camino con el trabajo material, a puñetazos limpios, para mal comer y mal vestirse […] ignora […] el difícil problema social de sus conciudadanos que […] han clamado justicia que se les ha negado.”
 
La experimentación en carne propia de privaciones materiales, por lo regular, conduce al que las sufre a sensibilizarse ante el sufrimiento ajeno. Por ello, no es extraño que Sandino, por los rigores de su vida y su mente despierta, sintiera en carne propia los atropellos y crímenes cometidos, desde 1912, por los marinos estadounidenses. Por lo mismo, se impactó profundamente al ser testigo presencial del modo en que éstos y sus servidores criollos irrespetaron el cadáver de Benjamín Zeledón, paseándolo en carreta como escarmiento para quienes trataran de alzarse en su contra.
 
La experiencia que Sandino tuvo como mecánico calificado de la Huastecan Petroleum Company, en Tampico, México, en los años 1923-1925, fue de suma importancia en la formación de su personalidad histórica. Justamente allí, se nutrió de las ideas antiimperialistas en su plena dimensión. Trabajando para esa compañía petrolera, se enlazó con el movimiento sindical mexicano, que ejerció una gran influencia en el desarrollo de su conciencia. Gregorio Selser anota la necesidad de considerar que, en esa época, todo México y, sobre todo, el movimiento obrero, se encontraba indignado por la política injerencista practicada por los complejos petroleros yanquis Sin Clair, Doheny y Mellon.
 
Es necesario considerar, finalmente, la propia experiencia de lucha que Sandino tuvo, primero, en la Guerra Constitucionalista de 1926 a 1927 y, luego, en la Guerra de Liberación Nacional que él encabezara de 1927 a 1934. Acá sobresale el hecho que, desde el mismo inicio de su actividad revolucionaria, pudo apreciar con nitidez la naturaleza entreguista de las clases opresoras locales, contraponiéndola al carácter rebelde y patriota del pueblo rabajador y explotado.

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