lunes, 21 de julio de 2014

Sandino: guerrillero anti-imperialista

Síntesis de su vida y lucha.
Uno de los actores militares y políticos representativos de América Latina, Augusto C. Sandino, encabezó una enconada resistencia a la intervención militar de los Estados Unidos casi durante seis años: entre mayo de 1927 y diciembre de 1932. El 4 del primer mes y año se había producido el pacto Stimson-Moncada –que puso fin a la guerra civil entre liberales y conservadores– impuesto por Henry L. Stimson, representante personal del presidente Calvin Coolidge (1923-1929) a José María Moncada, jefe de las fuerzas liberales. Pero Sandino lo rechazó de facto, internándose en la zona montañosa de Las Segovias, Nicaragua, para realzarse en armas mientras durase en su país la presencia de las tropas extranjeras. Con su actitud –dijo– “Nicaragua probó ante el mundo que su honor nacional no se humilla; que le quedan todavía hijos que ofrendarán su sangre para lavar las manchas que sobre ella puedan echar los traidores”. Estaba decidido, pues, a expiar la conciencia colectiva de culpa que fuera de su Patria le atribuían, en general, a los nicaragüenses desde 1912, cuando se consolidó la oligarquía conservadora bajo la égida de los Estados Unidos, tras liquidar la primera resistencia anti-intervencionista asumida por el general Benjamín Zeledón (1879-1912), cuyo destino trágico marcó a Sandino a sus diecisiete años.

Primeros años y oficio.
Nacido en el pueblo de Niquinohomo, en la zona suroccidental del país, el 18 de mayo de 1895, e hijo ilegítimo pero reconocido de un mediano caficultor y de una doméstica, a los 11 años se incorporó a la familia de su padre, cuyo haber acrecentaría dedicándose al comercio de granos en la región. En 1921 ya era joven honrado y de buenos modales. Más un incidente con otro joven comerciante de filiación conservadora –al que hirió en una pierna– lo llevó a laborar en la Costa Caribe de Nicaragua, Honduras, Guatemala y México, terminando como empleado de la Huasteca Petroleum Co., en Cerro Azul, Veracruz. El oficio de tornero mecánico fue la actividad en que más se distinguió. Los acontecimientos de su país –un alzamiento liberal en Bluefields contra el caudillo conservador Emiliano Chamorro que gobernaba de facto, a raíz de un golpe de Estado al gobierno legalmente constituido–, le condujeron a renunciar a su cargo de expendedor de gasolina el 6 de mayo de 1926. Ese mismo año se incorporaba, como jefe de una columna, al Ejército Constitucionalista bajo el mando de José María Moncada (1870-1945), a quien auxilió antes que éste rindiera las armas ante la amenaza del uso de la fuerza estadounidense. Esta comprendió –entre marzo de 1927 y abril de 1928– 5,500 hombres, 18 aviones de bombardeo, un avión espía y 36 naves de guerra (portaviones, cruceros, destructores y lanchas cañoneras).

El fracasado viaje a México.
Sandino se opuso a las elecciones supervigiladas por los marinos el 6 de noviembre de 1928, que llevaron a la Presidencia a Moncada, y estuvo en vano un año en México solicitando ayuda material para su causa que no obtuvo. Más bien, permaneció virtualmente como prisionero de Estado. Al reanudar la lucha, fue herido en la batalla de Zaraguasca el 19 de junio de 1930. Posteriormente, tras oponerse de nuevo a las elecciones –también supervigiladas– de 1932, firmó un acuerdo de paz el 2 de febrero de 1933, a un mes de abandonar los marinos el territorio nicaragüense.

La firma de la paz.
A tres causas se debía esta desocupación: a las consecuencias de la crisis mundial del capitalismo –el crack en 1929 de la Bolsa de Nueva York–, a la política del buen vecino de Franklin D. Roosevelt y, naturalmente, a la protesta armada de Sandino. Entonces ejercía la presidencia Juan B. Sacasa, liberal por el que había decidido incorporarse a la guerra civil de 1926 combatiendo a su lado contra los conservadores. Con él, los cuatro delegados de su Ejército, más un representante de cada uno de los partidos tradicionales (el conservador y el liberal nacionalista) firmaría la paz el 2 de noviembre de 1933.

El Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN), en virtud de ese acuerdo, entregó gran parte de sus armas y sus miembros se dedicaron, autorizados y financiados por el Gobierno, a un proyecto de colonización y cooperativización agrícolas en la cuenca del río Coco. Para asegurar el orden, disponían de un resguardo de emergencia de cien hombres armados.

Más de mil muertos en 510 combates.
El EDSNN había sufrido más de mil muertos en 510 combates frente a la Guardia Nacional (G.N.), oficializada el 2 de noviembre de 1927 entre los gobiernos de Estados Unidos y Nicaragua o más específicamente, a través del Tratado Cuadra Pasos-Monroe, quedando como única fuerza castrense y policíaca del país, dirigida sucesivamente por cinco oficiales norteamericanos. Por su lado, éstos sólo perdieron a 122 hombres (47 marines y 75 guardias nacionales). 

Pero el 1 de enero de 1933 había asumido el cargo de jefe director de la G.N. el nicaragüense Anastasio Somoza García –hombre de confianza de los interventores, sobrino político de Sacasa y pariente cercano de Moncada– que perpetraría el asesinato de Sandino, con el visto bueno del Embajador Arturo Bliss Lane y el apoyo de su Estado Mayor, el 21 de febrero de 1934. Días después, la Sección Central de la “Cooperativa Río Coco” era arrasada a sangre y fuego por la misma G.N., que, desde entonces, se constituiría en el único poder real de la República, y por tanto, en el eje de su política. 

Amnistía para los asesinos.
Inmediatamente, el presidente Sacasa condenó y ordenó una investigación del crimen sin resultado alguno. El 12 de marzo el padre de Sandino se vio obligado a exiliarse en El Salvador. El 3 de junio Somoza García, en un banquete en el Club Social de Granada, baluarte del conservatismo, aceptó la responsabilidad del hecho; y el Congreso Nacional aprobó un decreto de amnistía para todo aquel que hubiese cometido cualquier delito desde el 16 de febrero de 1933 hasta la fecha (La Gaceta, Num. 282, pp. 2353-2354). 


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